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AURORAS BOREALES Y el misterio de la hora azul

  • Writer: Cristian Daniel Ferrero
    Cristian Daniel Ferrero
  • Aug 25, 2020
  • 7 min read

Updated: Feb 19, 2021


Varios deseos me han perseguido desde que era un niño, muchos de ellos quedaron en el camino como ser astronauta ¿Quién no lo ambicionó?, jugador de futbol, inventor, entre otros. Pero hubo uno que nunca se apagó, por momentos era una luz tenue pero siempre logró sobrevivir: poder ver esas luces del cielo, las auroras polares.

Las auroras son fenómenos magnéticos que se propagan en ambos polos de la tierra, las del polo norte llevan el nombre de auroras boreales (las más famosas) y las del polo sur, auroras australes. Sin meternos en definiciones científicas ni resoluciones astronómicas te voy a explicar fácilmente como saber cuándo y dónde verlas:

Sin importar al polo que vayas, las auroras polares se generan todo el año, el tema es que para observarlas se necesita horas de ausencia de luz solar (igual que para ver las estrellas) esta es la razón por la que deberías ir en los últimos meses de otoño, invierno o primeros meses de la primavera correspondiente a cada hemisferio (recordá que cuando el hemisferio norte está en verano, en el hemisferio sur es invierno) y el motivo es que en esa época del año los días en los polos son noches prolongadas. ¿confundido? Perdón, ¡culpa mía! En invierno, cerca de los polos el amanecer comienza muy avanzada la mañana y muy temprano por la tarde nos abrazará el crepúsculo. Lugares como en el que yo estuve ningún rayo de sol tocará tu cara en invierno. ¿te parece deprimente? Lo es, pero ya hablaremos de eso. Primera conclusión: “el cuándo”, lo mejor es ir en invierno. ¡y que invierno!

Indice KP

Y el otro factor vital es el índice Kp. No te preocupes que es simple, mientras más alto es el número de Kp más intensidad deberá tener la aurora para poder verla. Por lo que buscar verlas resultó ser más sencillo de lo que creía. Segunda conclusión: “el dónde”, lo más cerca posible del polo. Lo que sucede es que, en el hemisferio sur no existen poblados cercanos al polo sur, a diferencia del hemisferio norte, motivo por el cual las auroras boreales son las más conocidas.

Por razones muy complejas de explicar aquí… ¡mentira!, encontré un vuelo a muy buen precio junto con un trabajo como voluntario en una ciudad llamada Tromso en Noruega; esta urbe está 400 km adentro del círculo polar Ártico, ¡sí! Muy muy al norte, ni yo me imaginaba que había vida por estos rincones y muchos menos tan grande (73.000 habitantes aproximadamente), ya te la iré mostrando de a poco, pero antes mirá en que rincón del mundo se encuentra: busca (haciendo clik para deslizar) el punto rojo en las siguientes imágenes.


Donde estaría ubicado Tromso en el hemisferio sur





Y para darte una idea de donde se ubicaría

Tromso si estuviera en el hemisferio sur, tenemos que ir hasta la porción Argentina de la Antártida, pero bien adentro, mirá! ¿ves el punto rojo?





¡Llegamos a Tromso! ¡Que frío! ¡Que oscuridad.


Llegué de noche, agotado, así que decidí descansar y levantarme con el clarear del día, y así fue, el único detalle que eso sucedió a las 11:30 am, me costó entenderlo, mi primera reacción fue pensar que el reloj del celular no se había actualizado, ¡pero no! el amanecer sucedía a esa hora,

casi al medio día.

Iglesia de Tromso

De todas formas, me lo tomé con calma, relajado, sin apuro y como buen argentino había llevado mi mate así que desarmé la mochila, puse la pava y cuando cargué el termo para salir a caminar, algo confuso se adhería a la ventana: la noche. ¡sí, leíste bien! A la 1:50 pm ya había oscurecido. Tercera conclusión: en estas latitudes en invierno, poner la pava para el mate te lleva todo el día.



A las 3 de la tarde o noche o tarde-noche o tardecita o nochecita, ¡no importa! a las 3 pm salimos con Eugenio y mi amiga noruega Almut a una isla remota a las afueras de la ciudad, para esto recorrimos en un ferry uno de los famosos fiordos noruegos que son lenguas del mar que ingresan al continente creando paisajes bellísimos entre las montañas.

Fiordos frente a la ciudad

Un cielo muy cerrado hizo nula la visibilidad, a la cama.

Permitime, querido lector, tutearte y posponer mi encuentro con las luces del norte, ya tendremos veintidós horas de oscuridad por día para hablar de eso. Quiero contarte de otra maravilla que se hace presente aquí, este efecto nace y muere en los únicos 120 minutos de luminosidad del día. Muy pocos en sus relatos por estas tierras lo mencionan, la mayoría viene concentrado en las luces del norte, ¡se entiende! pero los locales que viven en estos pequeños poblados me lo hicieron notar, lo que bautizaron como “den blå timen” es decir: “la hora azul”.

Para que logremos juntos admirarlo necesito que te olvides que la noche y el día son fenómenos distribuidos casi equitativamente en un día de veinticuatro horas, dicho esto, necesito que con tu imaginación trates de crear el mundo que te contaré a continuación, seguime:

Casi las doce del mediodía: verás amanecer, todo se ilumina, la claridad baña todo lo que está a tu alrededor, el sol amaga a salir y … ¿en tu imagen hay rayos de sol que comienzan a dar directamente sobre alguna montaña? SACALOS, es sólo claridad, es sólo una luz que proviene detrás del horizonte, te lo había comentado al comienzo, no vamos a ver el sol en todo este relato.

¡Buen día, te regalo el amanecer Vikingo!

Amanecer Vikingo

Cerca de la una de la tarde (una hora después del amanecer): el sol está a su altura máxima, ha hecho un gran esfuerzo por asomarse, pero no lo logra (como aquel hermano menor que no alcanza a treparse en la tapia para buscar la pelota de futbol) se queda ahí, espiando lo que sucede desde el otro lado de las montañas.

Punto mas alto sol en invierno

Y es precisamente en estos próximos diez minutos en que todo, absolutamente todo se tiñe de azul. Me gustaría poder pedirle ayuda a Di Benedetto, Borges, o Bolaño para trasmitírtelo, haré lo que pueda, confío en que tu imaginación cubrirá los vacíos de mi relato: los bosques inmaculados de nieve, las solitarias nubes que observan desde el cielo junto con los pájaros, el humo de alguna chimenea lejana, los acantilados rocosos, las costas, todo este inhóspito paisaje se refleja en el espejo de agua salada que ondula mansamente; el cielo que hasta aquí ha sido un mero observador toma sus puros y suaves tonos azules y se inmersa en mar, bañándose y devolviendo el reflejo de este paisaje teñido de azul; pareciera que los bosques, la nieve, las nubes, los pájaros, el humo, etc. retornaran a su lugar de origen pero matizados de azul. Todo este espectáculo te deja con la boca abierta, atónito. ¡miralo! Créeme, no tienen ningún filtro. La hora azul “den blå timen”.

                                           Has clik para deslizar y ver todas las fotos.


Cuando aún seguís asombrado sin entender mucho que sucede, más bien pensando que deberías visitar un oculista, empieza a atardecer vertiginosamente. Lo bauticé “El día en cámara rápida”, poder apreciar este baile celestial en sus tibios y efímeros tonos, en su versión temporal resumida, me ha mostrado con un cachetazo de frio polar los soberbios tintes que juegan al pasar las horas del día. En las latitudes donde la mayoría de nosotros vivimos este fenómeno se da en unas seis a ocho horas, y no como aquí que sucede en 2, por ende, al ser lentos y con cambios muy paulatinos no logramos apreciarlos realmente. ¡Pero están!

Tres de la tarde, oscuridad absoluta, ¡vamos adentro a comer salmón! (abundante por aquí) que pronto saldré a pescar luces, de caña usaremos la paciencia, de anzuelo nuestros ojos y la carnada: mucha ropa.

Luego de disparar a los noruegos millones de preguntas sobre como ver las auroras: a que punto cardinal mirar, a qué hora, si necesito anteojos especiales, etc. Solo obtuve de ellos una mirada de desconcierto, como si mi pregunta careciera de sentido. Entre risas, me dijeron “ve afuera”, sin más rodeos.

Y allí fui, usando toda la ropa que traía en mi mochila, seguí un sendero buscando alejarme de los faroles de este pequeño caserío que aquí te presento

Poblado rural Noruego

. Me senté en una orilla pedregosa de aguas calmas y con serenidad miraba al cielo o al mar que era lo mismo, recordaba las idas a pescar con mi familia, donde mi abuelo Rubén parecía no perturbarlo nada, se sentaba en su banquito, camisa a cuadros adentro del yoguin por si se levantaba viento, boina, palillo en la boca, algún licorcito cerca y cuando todo el ritual estaba finalizado decía: “ahora a esperar que algo se mueva”, por momentos daba la impresión que se nublaban ciertas partes del firmamento, era confuso, porque esa especie de neblina aparecía y desaparecía por si sola, no soplaba viento.

Hasta que un reflejo verde iluminó las minúsculas ondas de agua producidas por las piedras que yo arrojaba, alcé mi vista y lo que estaba sucediendo en esa atmosfera era simplemente fantástico, de cuento, irreal: una mancha en forma de arco se extendía por el cielo, tenue, como humo y comenzó a hacerte más fina a medida que intensificaba su color hasta formar una línea nítida verde fosforescente que se posaba como un arcoíris de una sola gama con un cielo negruzco de fondo que la resaltaba aún más, sin previo aviso la línea sumó otra dimensión dejando de ser una línea y convirtiéndose en una cortina, como esas fuentes de agua que simulan cascadas. Y como si un viento mágico de fotones que solo afecta a las luces, comenzó a hacer ondular la aurora como una bandera infinita, flameaba con suavidad y elegancia, en algunas partes se plegaba más que en otras, cubriendo de punta a punta una franja de la bóveda.

Y como si este espectáculo no fuera suficiente para cubrir tus expectativas, fue transformándose la pigmentación de la parte inferior en un intenso violeta. Todo este baile ceremonial cósmico iba cambiando de intensidad, la luz circulaba por su interior en sus respectivos colores y formas sin dejar de danzar y brillar, como el agua de río que cambia de orilla, que se encajona y luego desciende rápidamente …hasta desvanecerse.

                                           Has clik para deslizar y ver todas las fotos.


Mas palabras sobrarían, cualquier relato será deficiente en su intento por describirlo, las fotos tampoco alcanzan a captar la magnitud en su totalidad.

¿Cuánto duró? Realmente no sé si el tiempo existió, al esfumarse la aurora, me encontraba tirado en la nieve con una sonrisa que se invitó sola. Me levanté, me sacudí la nieve y me acerqué al agua, vi nuevamente mi reflejo, pero era mucho más joven, casi un niño, vestido de astronauta y con una caña de pescar inventada que servía para atrapar resplandores.

La temporada de pesca de auroras había comenzado, y por suerte en estas latitudes se ven todas las noches y a toda hora. Pesqué muchas, de infinitas formas y colores, todas tan bellas como distintas. También las pude disfrutar en plena ciudad, a través de la ventana de la cocina, al caminar por un lago congelado, recorriendo el centro y obviamente desde el mejor lugar para contemplar y reflexionar: el baño. Y ellas permanecerán ahí, esperándote, gratis.


¿Por qué logramos ver las auroras? ...porque la noche, modesta y bondadosa nos lo posibilita.


¿A cuántos has permitido brillar últimamente?

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