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SECUESTRO EN BIRMANIA II

  • Writer: Cristian Daniel Ferrero
    Cristian Daniel Ferrero
  • Aug 23, 2021
  • 8 min read

Insistimos en volver al bus, aunque sea para bajar nuestros pasaportes y pertenencias de valor que quedaron en el asiento, pero fue imposible.

El ómnibus comenzó a moverse, lo vimos cruzar el puente lentamente y continuar…

Segunda parte


¿Qué hacer? Un día cualquiera, a las tres de la mañana, donde lo único que sabíamos era que íbamos en dirección a Tailandia y el bus estaba dejando a todos sus pasajeros en medio de una desolada ruta sin sus pertenencias.


Nos dirigimos a Bagan, la ciudad más famosa de Myanmar, la ciudad de los 4.446 templos distribuidos en 42 kilómetros cuadrados. Las pagodas son templos budistas equivalentes a las iglesias. En el siglo XI un rey de por ahí con problemas de inseguridad religiosa y autoestima comenzó el proyecto para construirlas. Hasta el famoso trotamundos Marco Polo pasó por esta ciudad dejando una acertadísima definición «Brillan como mil fuegos».


La mayor estimulación de este atractivo es la anarquía en su recorrido, sin guía, sin grupo de cuarenta personas donde hay que coordinar la hora del meo, almuerzo, toma de foto, etc. Alquilamos una moto, vimos en el mapa cuales eran las pagodas principales y el resto de las 4420 que quedaban íbamos al azar parando en la que nos apetecía. Hay al menos diez pagodas que son descomunales, estructuras complejas de gran tamaño con detalles en sus pinturas, arquitectura y distribución que sorprenden. Y otras pequeñas con un encanto de simpleza cuidadas y mantenidas por alguna familia que vive cerca.


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El tiempo no corre, o nadie se deja correr por el tiempo. Nuestra moto fallaba y bajo un árbol esperábamos su remplazo. Siestas de sombras generosamente calurosas, unos descansan afuera (nada mejor que una reposera de bambú)

Y otros descansan dentro


Dormir horas, minutos, milenios, ¿Qué más da sin tiempo?


Hablando de atardeceres difíciles de olvidar, aquí les dejo uno realmente precioso, de esos que dejan sin aliento, donde el vaivén del péndulo ha sido evitado y el entorno se vive “antiguo”. Mirando a lo lejos, miles de pagodas sobresalen y brillan como constelaciones impolutas. El paisaje no está afectado por nada moderno, la maravillosa y cada vez más escasa no contaminación. Lo que habrá visto Marco polo hace siglos, y lo que tenemos en frente es prácticamente el mismo cuadro. Ahí estábamos con Marco Polo apreciando la demencial idea de un rey sentado a nuestro lado, un Inca sorprendido denota admiración, Leonardo nos comenta que ha diseñado grandes inventos, pero nada semejante a esto. El mate circula, se duerme en las manos del rey de Mongolia, lo observa, le saca la bombilla; no lo insultamos por respeto y miedo, obvio.

¿Qué es? pregunta. Yerba mate, un porongo y agua caliente. Amistad. Cultura. Anhelo. La otredad. Entiende, pero lo devuelve sin terminar.

La parsimoniosa invasión de estrellas solo acepta el silencio contemplativo con una sola excepción: el ruido de un mate terminado.


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LONGYL es una falda larga hasta casi los tobillos que usan hombres y mujeres, los calores en esta región no son aptos para ser soportados por pantalones. Como todo viajero novato, allá fui a comprarme uno, esa idea de camuflaje extranjero que tanto nos apasiona. Pero pude comprobar que realmente es algo muy cómodo, liviano y económico. El único problema es que este atuendo no lleva atadura, sino que se sujeta con un pliegue que se hace con la misma tela, para los inexpertos como yo sin previo aviso te deja en bolas caminando como pingüino esperando poder subírtelo.

Ahí estoy, en una pagoda perdida de por ahí, con mi longy pesimamente colocado en el año 1490 o 2018.

Muy a mi pesar, percibo en el budismo las mismas contaminaciones que ha hecho el humano con lo que habrán sido grandes ideas de pensadores en busca de igualdad. Por más que el noventa por ciento de la población es budista, religión asociada a un comportamiento pacifista, las guerras étnicas en Myanmar continúan hasta el día de hoy. Contradicciones. Y por otro lado, ¿de dónde surge tanta amabilidad, tanto respeto, tanta bienvenida sincera? Es lo que nos preguntamos a diario.


Hule: mantel utilizado principalmente en sectores humildes y familiares. Se caracteriza por el pegado de los brazos al superar el minuto y medio de estar apoyado. No recomendable para temperaturas que superen los treinta grados y esta campestremente comprobado que atrae moscas.

Hulelear: dice se del verbo proveniente del sustantivo Hule. Buscar Hules. Acción por la cual se identifica lugares económicos para comer que no cumplen con estándares de limpieza ni bromatología.

En varios lugares donde huleleamos (como de costumbre) en busca de esos precios despreciables hemos sido invitados por alguna bella sonrisa que nos agradecía por visitar su país.


Cruzamos el puente de hierro, asomándonos para ver a que altura estábamos del río buscando pensar en otra cosa e identificar vías de escape. La fila india no se rompía, el sonar del metal bajo los pies marcaba el paso. El agua platinada por la luna corría libremente invitándonos a saltar. Solo nos mirábamos y permanecíamos cerca.


En Yangon, la antigua capital de este país, la ciudad más grande con casi cinco millones de habitantes salimos a tomarnos su tren circular, nos lo recomendaban ya que está prácticamente como lo han dejado los ingleses hace varias décadas.


¿Qué querrá decir este cartel?

Suponemos: no se puede fumar, tirar basura y queda prohibido besarse entre una mujer y un hombre ¿gays y lesbianas pueden besarse? No lo creo.

¿hay cosa más linda que chapar? No. Hasta ahora mi única certeza aquí.

Usando la tecnología para poder entedender este (a la vista) lenguaje escrito formado solo por letras “u” en sus distintas versiones, nos encontramos con que la traduccion dice:


NO HAGAS NADA QUE MOLESTE A LOS TURISTAS


No solo han reprimido durante muchos años, sino que ahora les exigen con muy poca presición que la prioridad la tiene el forastero. ¡Traiganme un bombo, gomas y nafta que hay que prender fuego todo!. Nadie se acercó en ningun momento (a diferencia de otros paises de asia), somos nosotros quien iniciamos las conversaciones y encuentros. ¿Cómo hacen para soportarlo? ¿Por qué la amabilidad en vez del rechazo?

Siento una pesadez, un estallar cerebral ante tanta disparidad cultural, muchas rutas han aportado sus castigos a mis pilares de conocimiento, entendimiento y aceptación; pero aquí viene siendo apoteósico.


La cerveza y la sopa


El tomarse una cerveza en este calcinante pais no es una tarea fácil, en cercanías a una pagoda no se permite la venta de alcohol, limitación que no seria un inconveniente sino fuera por que aquí hay una pagoda como en venecia hay canales. Debo confesar que he puteado a buda más de una vez. Un particular comportamiento se nos presentaba en cada tomar cerveza, nos sentábamos (sobre un mantel de hule, obvio) y al servirnos la cerveza acompañada con ilimitadas raciones de maní -cacachuete- (por esto también cago amando a Myanmar) nos traían una sopa que se le podía ver y sentir el vapor que emitía. No voy a negar que por miserables y basados en nuestra economía de guerra no tocabamos la sopa por miedo a que nos quieran cobrarla. Cerveza fria con sopa caliente sumado a letrinas rústicas no parecia una combinacion prometedora. Hasta que nos enteramos que era gratis, y para nuestra sorpresa la dupla fue muy buena. Setenta grados de caldo comibnados con cero grados espumantes de birra Mandalay sentaban muy bien.


En yangon existe la pagoga Shwedagon, la más grande del país con casi cien metros de altura y toda cubierta en oro, dicho oro es donado por las personas que lo llevan en forma de planchas finas como papel y son colocadas allí.

Otra vez el humano asociando la riqueza con lo celestial, dejando afuera que el símbolo del budismo es un gordito simpático, meditando, tranquilamente sentado al que todos aman contra un flaco barbudo, raquítico, desangrándose colgado de sus muñecas con clavos y una corona de espina en la cabeza; fuera de esta pequeña diferencia marquetinera, la venta de recuerdos, y el pago por ingresar dejan en claro que el negocio de la religión no escapa a ninguna.


Nos alejamos de Yangon y nos fuimos a hacer un voluntariado a un barrio fundado por monjes donde montaron dos hospitales enormes, y una pequeña ciudad comenzó a crecer alrededor. Si hasta aquí nuestros pensamientos y sensaciones eran confusos, aquí terminamos de sentirnos ignorantes totales.

Volcar en palabras esta experiencia se compara a intentar comer un elefante. Ya han pasado dos años casi de esta vivencia y aún ahora quieriendo describirla me siento incapaz. Dentro de los hospitales encontramos vacas, perros y gatos, voluntariosos ayudantes sin mucho conocimiento tratando de entregar lo mejor de sí, para (quizas) olvidar lo peor de sí. En eso estamos muchos ¿no? Pacientes que aguardaban una recuperación que nunca llegaría. Nadie busca curar, solo acompañar.

Por la mañana muy temprano, con monjes y voluntarios saliamos a realizar caminatas por los distintos barrios en busca de donaciones, pero estoy seguro que a tu mente vienen bolsas de comida o dinero. ¡lejos de eso!

Caminábamos detrás de los Monjes (el status no diferencia entre buda y mahoma) con un balde en la mano, las personas salen de sus casas (salir es una forma de decir ya que muchas no tienen paredes) y nos entregan un poco de sopa, pollo hervido, y distintos restos de comida ya hecha que iban tirando dentro de los baldes; nosotros intentabamos asignar a cada balde un tipo de comida.

Hacía mucho calor, los cientos de raciones de comida hecha que nos donaban se mezclaban unas con otras. La verdad da mucha impresión, equí no existe la cadena de frio ni la conservacion de la comida. Las monedas y billetes sólo son dadas al monje que va primero con su vasija recolectora. Conmueve ver donde y como viven; pantanos donde con pilotes levantan sus casas, senderos hechos con bolsas de arena para que no se entierren, casas sin paredes desde donde podemos ver su intimidad, sin muebles, solo una manta en el suelo donde yace la familia, algun animal que crian, perros y gatos. Pero jamás dejamos de ver sonrisas.



Myanmar, esta máquina procesadora de verdades no ha hecho mas que darme la humildad de entender lo ignorante que he sido antes de llegar, y que con menos certezas me iré…Si es que logro irme.

Sabiendo que esta humilde gente donará lo que pueda, hasta su propia racion diaria ¿Por qué pasan por aquí?, (se cree que con ayudar a los monjes ganarán un mejor lugar en la otra vida)

¿Por qué muchos monjes da la impresión que no hacen nada?

¿Por qué, siendo la mayoría han estado tanto tiempo alejados del problema politico?

¿Cómo logro entender si es sumision, paz o deseos reprimidos y suprimidos?

¿Por qué nadie nos engañó, robó o simplemente se acercó a buscar una ayuda económica?

¿De donde proviene esa aparente solida paz que se percibe en las personas ?


No lo sé, ni creo que lo sabré, pero hay algo que puede ser una pista, una pequeña punta del ovillo:

No existen los andamios de metal por estas regiones, todos estan hechos de bambú. Y estas cañas tan fràgiles y flexibles pueden acompañar la forma de cualquier edificacón y así permitir a los obreros trabajar en cercanía comodamente. La foto debajo es la restauracion de una pagoda que debe tener al menos diez metros de altura. Dentro de la estructura perimetral de bambu que acompaña perfectamente a las curvas de la pagoda hay escaleras en forma de espiral que soportan todo el peso de los obreros y los materiales. Todo esto sin un solo clavo o tornillo.



Bambu, algo tan simple e inútil en unidad. La carateristica principal del bambu es su flexibilidad, adicionándolo a una armoniosa e inteligente integracion se crea una torre sólida y segura apta para resistir cualquier flajelo externo. Y su resistencia, la clave de su tenaz persistencia en pie es justamente la de absorver cualquier estímulo con su propio movimiento, no busca resistilo, sino acompañarlo; mientras (como si fuera poco) se ajusta a cualquier forma que lo requiera.

Sostenerse dinámicamente, apoyándose unos con otros.


El río ancho y caudaloso, solitario compañero de aquel puente de hierro se llevaba nuestros miedos, convicciones y egos de sabiduría. Unas luces se encienden ¡el bus! desde el otro lado nos esperaba. El peso de todos los pasajeros juntos más el del bus no iba a ser soportado por aquel “moderno puente metálico”. Pero si lo dejábamos pasar primero y luego nosotros en fila sin cuestionamientos ni apuro, sólo alivianando el peso: resistiría.


Antes de subirme al bus camino a una nueva frontera miré hacia atrás y observé dos figuras del otro lado del puente, dos siluetas idénticas a nosotros, cada una con una gran sonrisa y una vasija llena de afirmaciones. Agacharon su cabeza a modo de despedida, se dieron la vuelta y caminaron fundiéndose en oscuridad…

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