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EL GRAN MURAL CHINO

  • Writer: Cristian Daniel Ferrero
    Cristian Daniel Ferrero
  • Jan 23, 2021
  • 12 min read

¿Qué hay detrás de la ventana? Me pregunto mientras va clareando sin apuro. Al asomarme logro divisarla con las primeras luces de la mañana, majestuosa, una víbora mineral, serpenteante, infinita y guardiana, cargada de historias, una hilera interminable de piedra. Allí está, posando estática, asomándose entre nubes anaranjadas, fraccionando bosques, sorteando ríos. Aún desde el cielo deja sin palabras su tamaño, incrédulo no logro sacarle los ojos de encima, tantas veces vista en documentales, libros y revistas. Imponente, única, hermosa, asesina: LA GRAN MURALLA CHINA. La azafata interrumpe mi contemplación preguntándome si deseo hielo para el fernet con coca, y me entrega un choripán repleto de chimichurri tal como se lo había pedido. Termino de comerlo mientras apoyado en el vidrio no la pierdo de vista. La fiaca digestiva me consume de a poco, pestañeos cada vez más prolongados.


Me despierto con la frente pegada al vidrio helado de la ventana, dejo marcada la grasa de mi piel, entre lagañas, calambres, olor a viaje interminable y golpes a mi pierna derecha para que reaccione luego de un eterno viaje de más de 1350 km en un tren a cámara lenta proveniente de Mongolia seguido de un bus para contorsionistas que nos trajo desde la frontera con China hasta aquí. Descubro un paisaje bastante intimidatorio: una enorme avenida desierta, una pasarela para peatones, la grisácea iluminación provoca tristeza y miedo. Sacudo a Pini, lo despierto y le pregunto ¿habremos llegado a Pekín? Algunas personas comienzan a bajarse, otras, a las que envidio con maldad, siguen durmiendo exentos de realidad. Deducimos por nuestras preguntas rudimentarias ¿Pekín, aquí, here? que realmente estamos en la también nombrada Beijíng. Si viajas con presupuesto, no como nosotros, evita llegar de noche a una ciudad forastera, con un idioma inentendible (ni hablar de la escritura), donde sólo vive la minúscula cantidad de veinte millones de habitantes, ¡sí! Imagínate llegar a un lugar donde vive la mitad de la población de Argentina. ¡Y todos se parecen entre ellos! Todos tienen los ojos como mis dibujos de la infancia.


Tenía apenas trece años, quizás menos, me encontraba en la clase de plástica. ¡Hoy dibujen su casa y animales del zoológico! Dijo la maestra como si fuera algo tan simple. Odiaba dibujar, lo padecía, miraba los trabajos realizados por mis compañeros y compañeras y en comparación con los míos ellos eran Gaudí, Picasso, Da Vinci. Aún hoy la evolución de mis dibujos no podría llamarse evolución, penosa, una búsqueda de mejora deplorable. Humanoides con cinco dedos gordos del mismo tamaño, sin uñas, brazos largos hasta el pecho, piernas sin rodillas, toda la fauna que dibujaba parecía extraída directamente del reactor nuclear de Chernobyl. Casas con la puerta de entrada casi del tamaño de la pared, una ventana cuadriculada fuera de cuadro, la chimenea bidimensional en ese techo a dos aguas, un caminito que zigzagueaba desde la puerta hasta la vereda donde crecía un agujero negro que deformaba las líneas del espacio generando toda esta despatarrada imagen. ¿Cómo mierda se sostiene esa casa? ¿lo que sale de chimenea es humo u otro ladrillo deforme? ¿Qué hace ese árbol con copa deforme levitando al lado? ¿Qué problemas mentales tendrá su autor? Preguntas…


¿Bajarse o no del bus? es el gran dilema, no logramos entender si el bus seguiría o no, si es la última parada, ¿Por qué no se baja toda la gente? Al observar por la otra ventana (la que da a la vereda) unos solitarios zombis orientales deambulan buscando-se; y a pocos metros encontramos al peor enemigo de un viajero de bajo presupuesto, un hostil adversario con el que nos hemos enfrentado en infinitas batallas, varias derrotas entre mayoría de triunfos, este enemigo ya muy conocido por nosotros, pero que con cada frontera trasmuta de técnica, engaños, idioma y vehículo: los taxistas, estos seres de habilidades supremas que convierten fácilmente tu escasos conocimientos, incertidumbres y agotamiento en cajero automático a su servicio. Pero cargamos con armas letales para derrocar a estos super hombres: paciencia y sonrisas.


¡Nos ubicamos! estamos en la periferia remota de Pekín, las instrucciones para llegar a nuestro primer trabajo como voluntarios en China son claras: “1.5 hours from Beijing city center by public transportation”. Primero había que llegar hasta el centro y recién ahí una hora y media tomando (bus, metro, monorriel, bici, carruaje, metro, metro, bus). Una búsqueda del tesoro que te provee un macabro mapa donde el tesoro es simplemente arribar antes que anochezca. Previo a ejecutar el plan tenemos muy en claro el próximo paso: esperar a nuestro aliado, el que otorga claridad, confianza y descongela ideas, los zombis huyen de él, despertador de ciudades: el amanecer. Con las primeras luces abandonamos el bus, los taxistas atacan y rápidamente se rinden ante los miserables, la letrina del KFC nos permite descargar los líquidos que provenían desde Mongolia. Dije bien, no fue una corrección automática, una de las marcas más arraigadas a los EEUU está en China, pero con sus diseños de baño orientales, un hueco donde tenés que hacer tus necesidades con una extrema habilidad para permanecer en cuclillas sin caer sentado sobre los restos, de los restos de mierda y pis. Agradecida la vejiga. Listos para la travesía por una de las ciudades más grandes del mundo, mapa en mano, lapicera en otra siguiendo las instrucciones.


¡A ver chicos, presten atención! Tomen la cartulina blanca y hagan líneas paralelas cada cinco centímetros a lo ancho y largo de la hoja. Debería quedar la hoja cuadriculada. Indicó la maestra mientras se sentaba en su escritorio mirando al patio central. Estas directivas me provocaron una sensación particular, me atraparon, captaron toda mi atención, dejé de enviar papelitos a mis compañeros, robar un zapato para tirarlo por la ventana o pegarle un reglazo en los nudillos a mi compañero. La clase de plástica se estaba matematizando. ¿terminaron? Ahora tomen la fotografía que trajeron de su casa y hagan lo mismo pero las líneas separadas a solo un centímetro (formando cuadrados más pequeños). No sé si esto es arte, pero hasta aquí lo estaba haciendo a la perfección, ayudado por la regla, pero igual que los dotados de pulso mágico de mis compañeros y compañeras. ¡Ahora van a aprender a expandir imágenes!, es decir, dibujar lo que hay dentro de cada cuadradito de la foto en su correspondiente cuadrado de la cartulina blanca. Y así resultó, siguiendo sin distraerme cada una de las instrucciones copié expandida la pequeña foto en la cartulina blanca. ¡un milagro para mí!


Exactamente como indica la guía, bajamos del último bus y comenzamos a caminar con nuestras mochilas hacia nuestro destino. En los canteros que daban a la calle y en las veredas propiamente dichas asoman verduras de todo tipo: zapallos, rabanitos gigantes, acelgas, lechuga, chauchas, maíz, etc.…nos llama la atención la cantidad de murales pintados de diversos tamaños y temáticas, predominado las flores de loto y dragones de colores.


Llegados al edificio de la comunidad llamada “Little Poems Community”. Su director: Mario (nombre auto-oxidentalizado) nos comenta que nuestro trabajo va a ser realizar un mural, pintarlo sobre una pared que mira hacia una de las calles principales del barrio. Teníamos la ventaja de que la obra de arte que hagamos podría ser a libre elección. En muchos lugares de China, las personas son muy supersticiosas entonces solo dejan pincelar los dos elementos asignados a la buena suerte: dragones y flores de loto. ¡con razón predominan!


Replicamos a Mario que quizá hubo un mal entendido, que nosotros no éramos artistas, que jamás lo habíamos hecho; si sabíamos pintar casas, paredes (y hasta ahí). Podríamos arreglar cosas de electricidad, albañilería, etc.

Nos sentimos muy desanimados e incómodos con la conversación, días de viaje desde Mongolia, cruzamos toda la ciudad, el lugar nos encanta, pero no podemos creer que cuando aceptamos imaginábamos una pared blanca con hongos, maderas para lijar, ayudar en alguna construcción, etc. Y no como nuestro anfitrión cree (¿o pensará que lo engañamos?) que éramos artistas, pintores muralistas profesionales.

Mario nos mira a los ojos, se pone nervioso, rechaza sin titubear nuestra propuesta y con un inglés pausado, buscando evitar malos entendidos (ya que habla mucho mejor que nosotros) nos aclara que él sabe que no somos artista, y que no pretendía que fuéramos, que lo que desea es que nos vayamos de este voluntariado siéndolo o por lo menos sintiendo que hemos sido. Que la misión de su comunidad es la de crear y/o acercar personas al mundo del arte. Que vengan muralistas ya consagrados a hacer cosas que seguramente los consagren, para ellos no tiene sentido.

¡Que alivio! Se nos fue el cagazo en un segundo, pero provino otro aún peor...al que íbamos a tener que enfrentar sí o sí al quedarnos.


La maestra se paró frente a mí y me entregó mi cartulina donde ya no hay un fondo blanco, sino una réplica expandida muy similar de la foto elegida. “Excelente…felicitaciones”. Está última palabra cargaba un acento más de pregunta que de afirmación. Me miraba fijamente averiguando si se escaba una pista para saber a quién de mis amigas le había pedido que me haga el trabajo. Incrédula de mis habilidades, con motivos ¡obvio!


La gran muralla China está a tan solo dos horas de viaje, para ser más específicos, el lugar más famoso para acceder se llama Badaling, unos ochenta kilómetros de donde estábamos, es el punto turístico más concurrido de China, implica llevar nuestra idea de “mucha gente” a un nivel superlativo, hablamos del país más poblado del mundo, y con tendencia empática a los aglomeramientos y viajes grupales. Solo en un día puede recibir setenta mil visitantes este sitio.

Había que informarse más, no nos convencía el ir a visitar semejante obra mientras luchábamos con miles de turistas en busca de su selfie perfecta.


Y aquí nos encontramos, comenzando nuestra obra, en medio de un barrio de granjas a las periferias de Pekín, recibiendo casa y comida por entregarnos a la experiencia de intentar hacer arte, en la mayoría de los voluntariados hay que trabajar, ayudar, estar al menos cinco horas cumpliendo con un deber, pero aquí: intentar bañar de arte a un mural, una pintura gigante en una pared de ladrillo visto, a la vista de todos ¡les presentamos a nuestro lienzo!


¿Qué íbamos a pintar? Por suerte lo resolvimos rápidamente: un poema. El único poema encontrado por los detectives salvajes de quien posiblemente es la madre de todos los poetas latinoamericanos: Cesárea Tinajero.


¿Cómo lo haríamos? Mientras almorzamos (plato que se repetiría casi en toda Asia) una exquisita comida a base de arroz con vegetales y pan relleno; teniendo cuidado con los picantes y putenado la desesperante técnica para utilizar los palitos chinos que me hacen perder la paciencia, cuando parece que has agarrado correctamente la comida, durante el trayecto del plato a tu boca comienzan a saltar como clavadistas cada grano de arroz y vegetales llegando tu boca los malditos palitos vacíos. Maldita tortura la de usarlos con hambre. ¡Gran invento el tenedor!

Ya teníamos el dibujo a realizar, lo que resta definir es el modo de proyectarlo en la enorme pared. ¡tengo una idea! le digo a Pini y en un acto reflejo miro si me habían robado el zapato o si mis nudillos están a salvo de un reglazo.

¡Ahora vas a aprender a expandir imágenes! tomo las riendas de la ejecución: cuadriculamos el dibujo y salimos a la calle buscando largas escaleras para cuadricular la pared, y luego aplicar la magia de la expansión proporcional aprendida, felicitada y sospechada tantos años atrás. ¡manos a la obra!


Hace más de dos mil años comenzó la construcción de la Gran Muralla China, en la actualidad se estima una longitud de unos 21.200 km contando sus ramificaciones y construcciones secundarias. Si la mudáramos podríamos rodear Argentina completamente y hasta nos sobrarían varios kilómetros para hacer un puente de diez carriles hasta las Islas Malvinas. Increíble, ¿no? ¡desproporcional!


El avance de la pintura nos sorprende, tenemos el dibujo replicado ya en la pared y hemos comenzado a pintar las líneas. Necesitamos un descanso. Así que mañana iremos de excursión.

Alejándose de Pekín más de tres horas es posible llegar a un sector de la Muralla China poco concurrido y un tanto “salvaje” donde se podría caminar muchos kilómetros por sobre la misma llegando a partes no restauradas donde la veríamos intacta en su relación con el paso del tiempo, virgen, deteriorada y sin muchos visitantes. No lo dudamos. Bus, metro, tren, bus y bus hasta bajarnos en un estacionamiento a la orilla de la ruta, compramos provisiones en un supermercado y seguimos evitando a los extorsionadores taxistas que insistían en que estamos perdidos. Comenzamos a caminar haciendo dedo, ¡suerte! una camioneta que transporta carbón nos deja en frente de los accesos oficiales a esta sección de la muralla y también baña nuestras caras y ropa con gran parte de su sobrante. Mugrientos comenzamos a caminar sobre/adentro de la muralla, tal como habrán estado aquellos obreros y obreras de antaño.


Nuestra minúscula muralla toma forma, color y sentido. Pinceladas aprendices llenas de miedo comienzan a acariciar más fluidamente la pared. De a poco nos conectamos con los vecinos curiosos que nos miran al pasar. Algunos nos regalan su sonrisa acompañadas de un dedo pulgar levantado en símbolo de aprobación y otros simplemente buscan interpretar que 拉屎 (mierda) pretendemos hacer que aparezca en esa tapia. Justo en la esquina, un poste de luz, en su parte superior un altavoz antiguo anuncia (en chino) productos y servicios tal como “el Huevero, compro metales y baterias, Don Farias arregla heladeras y la Porota está haciendo alfajores a buen precio” la voz metálica del parlante lo invade todo sin respetar, ni la siesta se salva, no hay paz sonora en China. Una señora en sillas de ruedas pasa fumando, se frena y mira asquerosamente. No le agrada nuestro mural, nos lo hace saber. Calcula…no sabemos qué.


Estamos recorriéndola, caminado por arriba, somos hormigas, pocas por fortuna, en ciertos lugares la altura alcanza más de cinco metros y dos metros de ancho; hay torres vigías que se elevan tres pisos sobre el nivel del camino interno y distan a uno o dos kilómetros aproximadamente. Varias veces me la imaginé una simple pared muy alta y ancha (que es esa la definición de una muralla) pero no, desde adentro surge una de las funciones principales de esta mega construcción: una ruta, un camino, un sendero elevado sobre el suelo y a su vez protegido por muros. Comprendemos que frente a los ataques no solo contenía a los invasores, sino que servía como medio de transporte muy ágil para el ejercito defensor. Mientras el enemigo se movía trabajosamente entre árboles, ríos, pantanos, etc.… Los chinos corrían dentro de la muralla obteniendo una gran ventaja a nivel logístico, sin mencionar la protección que la misma les brinda.

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Un pintor profesional (no delincuentes como nosotros) es nuestro admirador más fiel y cada vez que pasa en su especie de moto, que tracciona como automovil y la usa como camión, se frena a saludarnos y a hacernos saber que vamos por muy buen camino. Pero no todo es color de rosa, mientras pintamos detectamos a la distancia que nuevamente nos espía ella, ya bautizada: El Topo, en su silla de ruedas azul, su chaqueta a cuadros violetas y su gorra blanca con una visera enorme que oculta su rostro. Cada día, luego de mirarnos prolongada y seriamente desde lejos se acerca y nos vuelve a refregar su claro gesto de desaprobación. Una buena de cara de culo (ocote) China tiene un impacto más profundo e intimidatorio que las de cualquier otra civilización. En su mirada veo algo familiar…algo que me traslada… ¡Mi maestra de plástica! sus ojos trasmiten el mismo desagrado que cuando la maestra corregía lo horroroso de mis dibujos infantiles. Y hay un detalle que no es menor, tiene una pequeña cartera negra que lleva consigo siempre desde donde no solo saca sus cigarrillos, sino que también guarda (sospechamos) una pistola.


¿Con que arma se podría derribar esta mole de piedra? Es realmente descomunal, nos conmueve de diversas formas, un asombro frente a tamaña obra humana realizada en épocas en que la maquinaria pesada no existía y, por otro lado, el lado no visto, no pensado, el lado oscuro, el más real. La muerte.

Una leve llovizna se va sumando a la caminata. Llegamos a la parte no reconstruida de la muralla, y es verdaderamente sorprendente verla a través de una radiografía temporal, su crudo esqueleto caído en sectores, sus zonas débiles, sus no mantenidas torres de control, su alejamiento de la mano de obra humana, miles de años abandonada y aún se sostiene, mortal y pasajera a su tiempo.


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En silencio se invitan muchas preguntas: ¿Quién realizó semejante obra? ¿Quiénes trabajaban aquí? ¿bajo qué condiciones? ¿había un gremio de muralistas? Se dice que la muralla China es uno de los cementerios más grandes del mundo, y no parece una locura pensarlo, ¿cuántos miles de “obreros” han formado parte de este proyecto durante sus dos mil años? ¿esclavitud, explotación extrema? ¿Dónde enterraban los cadáveres? ¿Parte de su relleno son cuerpos? Seguramente.

Pini menciona en voz alta, como adivinando mis pensamientos unas líneas de un hermoso poema de Bertolt Brecht:

«Preguntas de un obrero que lee»:

¿Adónde fueron la noche en que se terminó La Gran Muralla, sus albañiles?


¿A dónde fue el Topo? Es nuestro último día del mural, sólo retoques. La vemos aparecer, esta vez se queda más tiempo del normal, nos mira, deduce, fuma y no sonríe. Se aproxima lentamente en su silla de ruedas, va abriendo su cartera lentamente sin quitarnos la vista de encima. ¿será nuestro final? Bajamos de las escaleras donde estamos montados ultimando detalles y nos paramos a metros de ella demostrándole que ya no le tenemos miedo. Un artista no huye, abraza la muerte como a una amiga. Mete la mano en la cartera, algo esta por sacar, sonríe sutilmente, ese gesto nos provoca temor, pero somos guerreros con pinceles de armas y tarros de pintura como escudos, la enfrentamos. La poesía Vs. la superstición; la pintura Vs. el miedo al fracaso. Una pistola comienza a asomar entre su mano, en ese preciso momento un temporal se desata bruscamente en el barrio, el viento levanta arena y tierra, la lluvia comienza a azotar todo lo que encuentra con mucha violencia, el polvo, las hojas, la arena, la basura se fusionan en un remolino justiciero que va en dirección al Topo, la envuelve, la ciega. Un remolino que entiende de arte, de belleza, de lejanía. Ella es arrastrada, girando en su silla de rueda descontroladamente, hasta quedar a los pies de nuestro fresco mural, choca y queda mirándolo de cerca, su castigo: aceptarlo. No le queda más remedio que utilizar sus dos manos para alejarse de nuestra pintura que le provoca arcadas y evitar ser arrojada a una zanja inmunda por el viento que no cesa. Controla la silla y se ampara en una cochera abierta quedando a salvo.


Corremos hacia nuestra comunidad, corremos por nuestra vida. Entramos a nuestra habitación y nos quedamos encerrados hasta que anochece, me asomo por la ventana y solo veo una estrella. Bajamos a comer, ya no como pintores, sino artistas. Artistas que se inspiraron en la amistad, la literatura y el viaje.

Artistas que quebrantaron incontables murallas y se largaron más allá de las fronteras, artistas cursando nuevos estudios en una universidad desconocida.


!ahh esperá! !te dije que ahora somos artitstas! ¿Qué artista no sale en televisión? !miranos!



1 Comment


Kiti Ferrero
Kiti Ferrero
Feb 01, 2021

muy bueno mi propio comentario.

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